Puntos Clave
- En la universidad de Washington, con el objetivo de ver si la proteína S de Ómicron es la responsable de que esta cepa, genere una enfermedad más leve, insertaron el gen de la proteína S de Ómicron en el “esqueleto” de la secundaria de la variante que inició la pandemia. Infectaron a ratones con este virus híbrido, con la cepa original y con Ómicron.
- El virus híbrido probado en este estudio siguió siendo letal, incluso con la proteína S de Ómicron, aunque menos que la cepa que inició la pandemia.
- Este virus híbrido mantuvo mucho de la mortalidad de la cepa de Washington, pese a los cambios. Esto quiere decir que la proteína S de Ómicron, poco tiene que ver con la menor gravedad de la enfermedad que genera esta variante.
- Este experimento de laboratorio desató voces a favor y voces en contra en la comunidad científica, mayormente en relación con la seguridad.
El estudio
En “Rol de la proteína Spike o S en el comportamiento antigénico y en la patogenicidad de Ómicron BA.1”, investigadores de la Universidad de Washington trataron de dilucidar el rol de la proteína S de Ómicron, en la respuesta inmune (es decir, la capacidad de evasión de los anticuerpos neutralizantes) y en la gravedad de la enfermedad generada (básicamente, saber por qué es menos patógena, con una enfermedad resultante menos grave).
Tomaron el gen de la proteína S o espiga de Ómicron, que es la “llave” usada por el SARS-CoV-2 para ingresar a las células, y lo agregaron al genoma de un virus “columna vertebral” (“backbone virus”), una variante del SARS-CoV-2 que circuló en el estado de Washington, poco después del inicio de la pandemia en Wuhan, China, a principios del año 2020. Es decir, sobre el “esqueleto” de un virus de principios de la pandemia, insertaron la proteína S de Ómicron.
La respuesta a esta interrogante podría conducir a mejores pruebas de diagnóstico para el Covid-19, y mejores formas de controlar la enfermedad, según los autores.
Infectaron a ratones con la cepa original, con Ómicron y con la variante híbrida original + proteína S de Ómicron.
Sorprendentemente, el virus híbrido mató a 8 de los 10 ratones infectados, mientras que los ratones infectados con Ómicron se enfermaron, pero no murieron. Los infectados con la variante original fueron los de mayor mortalidad (es decir, mató más que Ómicron, pero menos que la cepa de Wuhan).
Esto sugiere que las mutaciones que hacen que Ómicron sea menos patogénico, deben involucrar cambios en proteínas distintas a la proteína S, según los autores.
Distintas opiniones
Muchos científicos calificaron esto de “una locura” y de “sumamente peligroso”, por el riesgo potencial de fuga del virus del laboratorio, y de causar un brote en la comunidad.
Este nuevo virus es un ejemplo de “ganancia de función” muy controvertido: por un experimento, un virus se vuelve más peligroso y letal.
Varios virólogos argumentaron que el estudio no es tan alarmante como parece a primera vista. Por un lado, el virus híbrido fue menos letal que la variante inicialmente usada en el estudio.
También señalaron que otros investigadores han publicado los resultados de experimentos similares, que no generaron preocupaciones en la comunidad científica, y que no está claro que el estudio sea muy diferente de otros estudios de virus quiméricos ya realizados.
Algunos cuestionan el valor científico del estudio, y que sus posibles riesgos y beneficios no se revisaron adecuadamente antes de que se llevara a cabo.
Según la política actual del gobierno de Estados Unidos, se supone que cualquier propuesta para realizar un experimento financiado por el gobierno federal que se “anticipe razonablemente” que va a hacer que un virus que ya es altamente virulento y transmisible sea más peligroso, debe recibir una revisión especial. En su defensa, la Universidad de Boston ha dicho que el experimento no cumplió con ese criterio.
Algunos investigadores, sin embargo, creen que sí: señalan que, aunque el nuevo virus híbrido fue menos letal para los ratones que la variante original de Washington o Wuhan, es probable que sea más transmisible.
Algunos científicos también cuestionan la relevancia del estudio para proteger la salud humana. Señalan que los hallazgos realizados en ratones a menudo no se traducen en humanos: en efecto, en este caso en particular, el virus se probó en ratones que son “exquisitamente sensibles” al SARS-CoV-2 porque han sido diseñados para que sus células pulmonares estén repletas del receptor que el SARS-CoV-2 usa para penetrar en las células humanas, y evaluar así la enfermedad pulmonar.
Además, los científicos forzaron el ingreso de una gran cantidad de virus por la nariz de los ratones, mucho más de lo que normalmente encontraría una persona que se infecta.
Como resultado, la tasa de mortalidad de los ratones del 80%, fue mucho más alta que la mortalidad humana de la de variante original del SARS-CoV-2, que es de alrededor del 1% o menos.
Algo tranquilizador es que los experimentos se realizaron en un laboratorio de bioseguridad de nivel 3 (BSL-3), con una serie de puertas selladas, gabinetes de presión de aire negativa y trabajadores con trajes de protección.
Eso está justo por debajo de las precauciones de seguridad que se ven en los laboratorios BSL-4, más seguros, que están reservados para patógenos extremadamente mortales, como el Ébola.
Variantes híbridas similares del SARS-CoV-2 ya surgieron de forma natural, y luego desaparecieron. Uno de esos virus, por ejemplo, presentaba la proteína S de Ómicron, sobre el código genético de la cepa Delta.
En síntesis
El virus híbrido probado en este estudio siguió siendo letal, incluso con la proteína S de Ómicron, aunque menos que la cepa que inició la pandemia.
Este virus híbrido mantuvo mucho de la mortalidad de la cepa de Washington, pese a los cambios. Esto quiere decir que la proteína S de Ómicron, poco tiene que ver con la menor gravedad de la enfermedad que genera esta variante.
Este experimento de laboratorio desató voces a favor y voces en contra en la comunidad científica, mayormente en relación con la seguridad.