¿Qué pensamos sobre la vocación y qué es en realidad? ¿Cómo se trabaja la orientación vocacional el siglo pasado y cómo la pensamos ahora?
La palabra vocación, según su etimología, remite a la idea de “llamado”. Llamado que puede venir desde el exterior, por fuera del sujeto, o como una voz interna que impulsa al sujeto en determinada dirección. En ambos casos, un llamado- vocación es usado como una predisposición, una tendencia o una inclinación hacia una tarea determinada.
Desde esta percepción, el destino, de algún modo, está marcado. Queda, del lado de la persona, “escuchar” esa voz externa o interna, decodificarla, comprender el mensaje que ya está escrito.
A principios del siglo pasado, con el auge del positivismo, algunos discursos científicos aseguraban que, con ciertas técnicas, podíamos determinar para qué hemos sido “fabricados” y en eso consistía la orientación vocacional.
La confusión entre vocación y profesión, entonces, empezó a crecer. Frases como “descubrir o encontrar la vocación” se escuchan a diario. La idea de que algún lugar (la vocación) está reservado para nosotros o que “algo” nos está esperando es tan tentadora como ficticia. ¿Quién podría haber dicho, hace veinte años, tener una vocación de community manager?
La vocación, por el contrario, es un entramado complejo de los deseos del sujeto, las elecciones hechas, las aptitudes, capacidades, expectativas, valores, condicionantes simbólicos y materiales y, al mismo tiempo, las posibilidades y ofertas del mundo sociocultural.
La vocación, también, se alimenta de los vínculos construidos, las experiencias de vida, los lugares visitados. Por eso, no es un punto de llegada, sino un “ser siendo” como proceso de creación, de construir, de inventar, y de un ejercicio genuino de la libertad.
En definitiva, la vocación es búsqueda.
El deseo de hacer se expande a diferentes actividades de la persona, no se agota, necesariamente, en una carrera, profesión u oficio. No se limita a la actividad productiva por la cual recibo una remuneración. Concebir una relación unidireccional sujeto-carrera, en esta época, es insostenible.
Lo que denominamos vocación está montada sobre elecciones. La elección vocacional es el proceso y el acto -sobre todo- de elegir qué hacer, ya sea carrera, ocupación o sencillamente una actividad como parte del itinerario vital. Las carreras, ocupaciones o actividades constituyen el qué de la elección. Por ello pueden ser consideradas como el objeto hacia el que se dirige el sujeto, tanto en el presente como en el futuro.
Dichos objetos de elección pueden —en la fantasía del sujeto— cumplir con determinadas funciones: acompañar, proteger, perseguir, destruir, reparar, vaciar, frustrar, confundir, agredir; independientemente de lo que sean en “realidad”, es decir, de la “utilidad” o función social que tengan.
Elegir supone un límite, es decir, en el mismo acto de elegir se deja afuera todo el universo de alternativas relacionadas con aquello elegido. De allí que la elección vocacional en sí misma supone un conjunto de tensiones y conflictos.
Referencias