Se han visto olas de Covid-19 con Delta, principalmente en países que levantaron prematuramente las restricciones pandémicas (uso de tapabocas, distanciamiento social, evitar aglomeraciones, en principalmente en espacios interiores) como en Estados Unidos y Reino Unido, o con bajas tasas de vacunación (Rusia, Rumania), y en otros con buena tasa de vacunación, pero con baja inmunidad natural por las estrictas medidas de prevención, como Singapur y China.
No obstante, los números globales tienden a bajar desde agosto en casi todas la regiones del mundo (contagios, pero principalmente las internaciones y muertes). Es fundamental mantener las medidas de prevención en esta etapa.
La transición será impulsada por el ritmo de vacunación y por la tasa de inmunidad natural de la población, a distintas velocidades en distintas regiones del mundo.
Que el SARS-CoV-2 se transforme en un virus endémico (es decir, con un número estable de casos anuales, y ocasionales brotes, quizás estacionales), no implica que no sea este una amenaza grave para la salud pública, pero probablemente no se vuelva en los próximos años al distanciamiento estricto o cuarentenas como conocimos ahora, ni a la saturación del sistema de salud. Esto siempre y cuando no se plantee un escenario de una nueva variante viral que evada la respuesta inmune adquirida (poco probable, lo que dicen acá un “escenario apocalíptico).
Endémico no es sinónimo de benigno. Se estima en los próximos años, en Estados Unidos habrá un promedio de 50-100.000 muertos por año por Covid-19, y 30.000 año por gripe (es decir, una enfermedad emergente como el Covid-19, va a representar una mortalidad hasta 3 veces mayor anualmente que la gripe).
Probablemente hacia abril del 2022, si no aparece una variable viral que modifique estos pronósticos, el Covid-19 se reducirá en una manera sustancial. Las vacunas van a mantener a la mayor parte de la población fuera del hospital.
Probablemente, cuando sea endémico, el virus se comporte como el sarampión, con brotes en poblaciones dónde la cobertura de vacunación sea baja, o como una enfermedad respiratoria estacional igual que la Influenza. Otra opción sería que el virus mute con las décadas y afecte principalmente a los niños.
Es probable que el virus siga mutando, por lo que se van a requerir refuerzos anuales adaptados a la última variante circulante. Si se transforma en un virus estacional, probablemente se de la doble circulación de SARS-CoV-2 e influenza, lo que va a ser un desafío para el sistema médico.
Siendo muy optimistas, quizás estamos viviendo el principio del fin. Para que esto sea posible, tenemos que continuar vacunando a toda la población, niños incluídos, y mantener las medidas de prevención.