Nutrición en adultos mayores: ¿Cómo consumir “energía” en la alimentación? (Parte 3/5)

por | 7, Sep, 2023 | Nutrición

16–17 minutos de lectura

Continuamos en INFOMED con el resumen de una guía española, con todo lo que tenemos que saber de la nutrición en adultos mayores (1). Tercera parte: ingesta adecuada de energía, fuentes de proteína, hidratos de carbono, fibra dietética, los lípidos diarios, minerales y vitaminas.

PUNTOS CLAVE

  • Las necesidades de energía disminuyen con la edad (unas 300–600 kcal/día menos, con respecto a adultos más jóvenes; aproximadamente un 30% entre los 20 y los 80 años).
  • Se considera actualmente que las necesidades de energía de las personas mayores deben estar en el rango de 1,65 a 1,8 veces la TMB.
  • Se recomienda una ingesta de proteína de 0,9 – 1,1 g/kg de peso y día (más de 0.8 recomendado en adultos jóvenes y de edad media).
  • La deficiencia de proteínas puede dar lugar a: una mayor pérdida de masa muscular, a alteraciones en la función inmune y a una mala cicatrización de las heridas.

Energía: ¿cuánta se necesita?

Las necesidades de energía disminuyen con la edad (unas 300–600 kcal/día menos, con respecto a adultos más jóvenes; aproximadamente un 30% entre los 20 y los 80 años).

Dos terceras partes de esta disminución pueden atribuirse a la menor actividad física, y el resto, a la menor tasa metabólica basal (TMB), consecuencia de los cambios en la composición corporal (disminución de la masa de la masa muscular o sarcopenia).

La TMB se reduce en un 9–12% si se compara con adultos jóvenes. Este menor gasto energético, y el consecuente descenso en la ingesta de energía, es el factor que más influye en el estado nutricional de este grupo.

Para las personas mayores, mantener un adecuado aporte de nutrientes con una ingesta calórica baja y, considerando también la menor capacidad de absorción y utilización de algunos nutrientes, es el mayor desafío: es necesario elegir muy bien la dieta, incluyendo alimentos con alta densidad de nutrientes.

NECESIDADES DIARIAS DE ENERGÍA

Las necesidades de energía para este grupo de edad se han establecido en unas 30 kcal/kg de peso corporal. Según la actividad, en hombres es de 2005 a 2578 calorías por día, mientras que en mujeres es de 1863 a 2396 calorías por día.

La ingesta adecuada de energía debe ser aquella que permita realizar una determinada actividad física y mantener el peso en los límites aconsejados.

Se considera actualmente que las necesidades de energía de las personas mayores deben estar en el rango de 1,65 a 1,8 veces la TMB. 

Es deseable aumentar la actividad física para mantenerse en el valor más alto de este rango de requerimientos de energía, situación que se ha asociado con una menor morbimortalidad.

Proteína: ¿cuánta por día?

  • Se recomienda una ingesta de proteína de 0,9 – 1,1 g/kg de peso y día (más de 0.8 recomendado en adultos jóvenes y de edad media).
  • Por ejemplo, para una persona de 70 kg, la dieta debe contener al menos unos 63g de proteína/día.
  • Con respecto al aporte calórico, las recomendaciones actuales indican que la proteína no debe aportar más del 10′ 15% de la energía total consumida.
  • Sin embargo, en las personas de edad, como la ingesta energética suele ser baja, el aporte, teniendo en cuenta las IR en términos absolutos (0,9 – 1,1 g/kg de peso), puede ser mayor (12-17%).

Aunque no se han observado cambios en la absorción de proteínas con la edad, las necesidades de este nutriente pueden estar condicionadas por diversos factores: 

  • Disminución de la masa muscular (menos reserva de aminoácidos).
  • Ingesta calórica a veces inferior a la recomendada.
  • Pérdida de peso.
  • Existencia de algunas enfermedades o infecciones, que pueden incrementar las necesidades de proteínas.

La deficiencia de proteínas (por problemas de masticación, restricción del consumo de productos de origen animal para controlar la ingesta de grasa y colesterol, o en personas con una situación económica precaria) puede dar lugar: a una mayor pérdida de masa muscular, a alteraciones en la función inmune y a una mala cicatrización de las heridas.

Puede ser recomendable aumentar la ingesta de proteína en estados hipercatabólicos (enfermedad, infección, cirugía), ante úlceras de presión o escaras en la persona inmovilizada, ante lesiones por caídas, o simplemente por el desarrollo de las actividades de vida diaria. En estas situaciones y en caso de pérdida de peso, pueden recomendarse incluso 1,5 g/kg de peso por día.

Las IR de proteínas pueden ser menores en caso de alteraciones hepáticas o renales.  La calidad de la proteína deberá tenerse muy presente, sobre todo en las personas con poco apetito:

  • La carne es una buena fuente de proteínas de alto valor biológico que aporta, además, otros nutrientes (para algunas personas mayores puede ser difícil de comer y también de comprar).

No hay que olvidar otras fuentes de proteína de alta bioutilización como, por ejemplo:

  • Lácteos
  • Pescados
  • Huevos
  • Frutos secos
  • Legumbres

 

Hidratos de carbono: ¿cuántos?

  • La IR es del 50-60% de las calorías diarias totales. 
  • Para una ingesta media de energía de 2200 kcal, son necesarios unos 275-330g de hidratos de carbono.

Acá hay cambios con respecto a otros grupos de edad.

Se recomienda que los hidratos de carbono aporten un 50- 60% de la energía total consumida, principalmente a partir de hidratos de carbono complejos, que se encuentran mayoritariamente en:

  • Cereales
  • Algunas verduras y hortalizas
  • Frutas
  • Legumbres

Acá tener en cuenta que los hidratos de carbono simples, pueden ser una fuente de energía muy útil en personas con poco apetito. Además, aumentan la palatabilidad de algunos alimentos y, por tanto, favorecen su consumo: por ejemplo, el azúcar que se toma con la leche.

 

Fibra dietética (no olvidarnos)

  • Se recomienda un consumo de unos 25-30g/día de fibra.

Un aporte adecuado de fibra favorece la motilidad y reduce el tiempo de tránsito intestinal, previniendo y mejorando la constipación. Disminuye también el riesgo de diverticulosis y de cáncer de colon, y ayuda a controlar el peso, a regular la colesterolemia, y la glucemia.

Un mayor aporte puede ocasionar flatulencia y malestar digestivo y quizás también comprometer la absorción de algunos micronutrientes.

La relación fibra insoluble/soluble debe estar entre 1,5 y 3.

 

Los lípidos diarios

  • Las grasas deben aportar entre un 25 y un 30% de la energía total, o menos del 35% cuando se consumen principalmente aceites monoinsaturados (aceite de oliva).

La grasa de la dieta tiene un importante papel suministrando ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles.

Es el agente palatable por excelencia y su inclusión en la dieta permite que ésta sea poco voluminosa.

Pero, la cantidad consumida y su calidad (el grado de saturación y la posición de sus dobles enlaces) también son importantes, pues intervienen en la regulación de los lípidos sanguíneos y pueden ser factor de riesgo en algunas enfermedades crónicas.

Si no hay ningún problema de salud añadido que lo justifique, las recomendaciones dietéticas respecto a la cantidad y calidad de la ingesta de grasa de las personas de edad son similares a las del resto de la población.

  • Los ácidos grasos saturados (AGS) deben proporcionar < 7% de la ingesta energética procedente de las grasas.
  • Los ácidos grasos poliinsaturados (AGP) supondrán entre el 3-6% de la ingesta energética aportada por las grasas.

Se recomienda cuidar el aporte de AGP de la familia n-3, muy abundantes en los pescados (especialmente EPA y DHA) por su efecto antiinflamatorio, antitrombótico, antiarrítmico, hipolipemiante y vasodilatador.

Estas acciones pueden prevenir la enfermedad cardiovascular, la hipertensión arterial y la diabetes tipo 2, mejorar la respuesta inmunitaria y algunos tipos de demencia.

Los ácidos grasos monoinsaturados (AGM) deben proporcionar  > 17% de la ingesta energética procedente de las grasas.

Es necesario tener en cuenta la existencia de otros factores (diabetes, hipertensión arterial, tabaquismo, obesidad, inactividad, etc.) para evaluar el posible riesgo y, en consecuencia, la necesidad de introducir modificaciones dietéticas con respecto a la grasa.

Minerales y Vitaminas

En las personas de edad, la biodisponibilidad de micronutrientes puede estar comprometida por los cambios fisiológicos, menor ingesta de alimentos, enfermedades, interacciones con fármacos, consumo de alcohol, tabaquismo, etcétera: todo esto puede aumentar sus necesidades.

En algunos casos, puede ser necesario aportar suplementos, en particular de calcio, vitamina D, y complejo vitamínico B.

Calcio

  •  La IR para las personas de 60 o más años son de 800-1200 mg/día.

El mantenimiento de una ingesta óptima de calcio y vitamina D puede minimizar la desmineralización ósea, y reducir la incidencia de fracturas en los ancianos. Las principales fuentes de calcio de la dieta son la leche y sus derivados.

Los pescados pequeños, (por ejemplo, sardinas enlatadas), algunas verduras y legumbres, y los alimentos fortificados contienen también cantidades apreciables de calcio. En algunas regiones, el consumo de «aguas duras», también puede contribuir a este aporte.

Hierro

  • Se recomienda que la dieta contenga unos 10 mg/día de hierro, y qué, al menos, un 25% debe ser hierro hemo, de origen animal.

La absorción de hierro «per se» no declina significativamente con la edad.

La deficiencia de hierro que se observa en las personas mayores parece consecuencia de pérdida de sangre por enfermedad crónica, y/o de una menor absorción de hierro no hemo secundaria a la hipoclorhidria o aclorhidria de la gastritis atrófica. 

 

Zinc

  • El requerimiento diario de zinc es de 15 mg/día.

Es un importante mineral en la dieta de los mayores debido a su papel en el mantenimiento del sentido del gusto, en la cicatrización de las heridas y en la función inmune.

Aunque la absorción de cinc disminuye con la edad, el balance suele permanecer intacto, pues la excreción también es menor. 

El Zn se encuentra presente en gran número de alimentos, fundamentalmente asociado con proteínas, siendo las carnes rojas, los pescados, la leche y las legumbres, buenas fuentes de este elemento.

La fibra y los fitatos de los cereales pueden limitar su absorción.

 

Sodio

  • La IR de sodio es de 500 a 2.400 mg por día.

Las necesidades mínimas de sodio son de 500 mg/día, pero esta cantidad queda ampliamente superada en las dietas de los países desarrollados, en gran parte procedente de alimentos procesados.

Por ello, se recomienda no superar los 2400 mg/día (unos 6 gramos de sal/día).

Los vómitos, y la diarrea, aumentan las pérdidas, así como algunos medicamentos, como los diuréticos.

Potasio

  • La IR diaria de potasio es de 1600-2000 mg/día.

No hay alteraciones en la absorción de potasio con la edad (absorbemos el 90% de la ingesta). Esta se obtiene fácilmente de frutas y verduras.

Las alteraciones renales y diversos medicamentos (diuréticos, laxantes, etcétera) pueden alterar los niveles de potasio.

 

Selenio

  • La IR de selenio es de 55 µg/día.

El selenio es un antioxidante, que trabaja junto con la vitamina E, y la glutation peroxidasa, previniendo la formación de radicales libres.

Su deficiencia puede aumentar el riesgo de padecer enfermedad coronaria y algunos tipos de cáncer. Su déficit se ha relacionado con depresión del sistema inmunitario. Se encuentra en alimentos ricos en proteínas como carnes, pescados y cereales.

Cobre

  • La IR de cobre es de con ingestas de 1,3-1,5 mg/día.

No hay cambios significativos en el metabolismo del cobre. Los mariscos, los frutos secos, los cereales y las legumbres son fuente de este mineral.

Cromo

  • La IR de cromo es de 50 µg/día.

El cromo actúa como un cofactor de la insulina y es necesario para el normal metabolismo de los lípidos y de la glucosa. Se encuentra principalmente en carnes, alimentos no refinados, y aceites vegetales.

 

Tiamina

  • Las IR de tiamina son de 1,0 mg/día para hombres, y 0,8 mg/día para mujeres.

No hay cambios significativos en la absorción de esta vitamina con la edad.  Su deficiencia en los ancianos es generalmente consecuencia de alcoholismo o de una ingesta deficitaria.

Cuando se corrigen según la ingesta calórica (por ejemplo, en individuos con malnutrición), no deberían ser inferiores a 0,4 mg/1000 kcal.

Las fuentes más importantes son hígado, carne de cerdo, cereales (especialmente los enriquecidos), huevos, legumbre, frutas y hortalizas.

Sobre el autor

Ramiro Heredia

Ramiro Heredia

AUTOR

Médico especialista en Medicina Interna. MN 117.882 – Egresado de la Universidad de Buenos Aires. Médico de Planta, Séptima Cátedra de Medicina – Hospital de Clínicas José de San Martín. Coordinador del módulo Clínico, Curso bienal de Emergentología – SAPUE. Asesor Médico, Gerencia Médica de Urgencias, OSDE. Contacto IG > @ramiroherediaok

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