Leucemia mieloide crónica: ¿Cómo le explico a mi paciente?

por | 15, Jul, 2023 | Oncología

10–11 minutos de lectura

Revisamos en INFOMED qué es la leucemia mieloide crónica, para poder explicarles a nuestros pacientes (1).

PUNTOS CLAVE

  • La Leucemia mieloide crónica es una forma de leucemia crónica caracterizada por un aumento anormal de glóbulos blancos inmaduros en la sangre, médula ósea y bazo.

  • Representa el 15-20% de todas las leucemias y tiene una incidencia más común en hombres mayores de 50-60 años. Se ha relacionado con la exposición a radiación ionizante.

  • Puede ser asintomática en su inicio y se descubre mediante análisis de sangre de rutina. Se observa un aumento de glóbulos blancos inmaduros, recuento alto de plaquetas y anomalías cromosómicas, como el cromosoma Filadelfia.

  • Comprende tres fases: crónica, acelerada y blástica, cada una con diferentes niveles de blastos en la médula ósea. El tratamiento varía según la fase.

  • Los inhibidores de la tirosina quinasa son el tratamiento principal, seguidos del trasplante de médula ósea. El pronóstico ha mejorado con los nuevos tratamientos, y la expectativa de vida se acerca a la de la población general, especialmente en pacientes más jóvenes.

¿Qué es la leucemia mieloide crónica?

La leucemia mieloide crónica (LMC, o leucemia mielógena crónica) es una forma de leucemia crónica (a largo plazo, de desarrollo lento). No es una forma aguda de leucemia (2), por lo cual, su manejo clínico, evolución y pronóstico, son distintos.

En hematología se la estudia dentro de lo que son los síndromes mielodisplásicos (grupo de trastornos causados por células sanguíneas mal formadas o inmaduras, que no funcionan correctamente).

En estos pacientes hay un aumento del número de glóbulos blancos inmaduros en sangre periférica, en la médula ósea y en el bazo. A esta situación se le llama «leucemia».

Es un tipo de cáncer de células de la sangre, y de la médula ósea (el tejido rojo esponjoso que está dentro de los huesos grandes, y que es donde se fabrican los glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas).

¿Cuál es la epidemiología de la LMC?

La LMC representa el 15 al 20 % del total de las leucemias. La edad media de presentación es de 50 a 60 años.

El único factor de riesgo conocido es la exposición a la radiación ionizante.

Salvo excepciones, no hay una predisposición familiar a contraer la enfermedad. Es ligeramente más frecuente en hombres, que en mujeres.

Su prevalencia está en aumento en el mundo: se estima que en los Estados Unidos va a haber, hacia el año 2050, más de 180 mil personas que viven con la enfermedad, gracias al efecto dramático de los tratamientos, sobre la supervivencia.

 ¿Cuáles son sus síntomas, y cómo se diagnostica en general?

Algunas personas no tienen síntomas cuando se les diagnostica la LMC, y se descubre cuando se hacen análisis de sangre de rutina, por otra razón.  En estos casos, el diagnóstico se produce por un hallazgo médico (los médicos encontramos algo mediante una prueba complementaria, realizada por otra razón). En efecto, el 20 al 50 % de las personas con LMC NO tienen síntomas.

Las anomalías en los análisis de sangre incluyen un aumento o disminución en las plaquetas, anemia y un recuento alto de glóbulos blancos (el recuento medio es del 100.000/microlitro, con distintos estadios de diferenciación de los neutrófilos y sus precursores). Típicamente, hay menos de 2% de blastos.

Aunque parezcan morfológicamente normales, en la LMC, los neutrófilos tienen alteraciones bioquímicas. También suele haber aumento de los basófilos, y en el 90%, de los eosinófilos, que son otros tipos de glóbulos blancos, distintos a los neutrófilos.

Otras personas tienen síntomas como agrandamiento del bazo (con sensación de «saciedad» o disconfort abdominal), cansancio, dolor óseo, fiebre, sudoración nocturna y/o pérdida de peso, NO explicada por otra razón o enfermedad.

Los síntomas de la LMC suelen desarrollarse gradualmente, a lo largo del tiempo.

El diagnóstico se hace, ante un cuadro clínico, o alteraciones en el laboratorio compatibles, mediante una evaluación por el hematólogo, que va a realizar un frotis de sangre periférica, y una biopsia de médula ósea, a la que se le van a hacer distintas pruebas para llegar al diagnóstico.

El diagnóstico se confirma, tras hallazgos clínicos, en sangre y en la médula ósea compatibles, con la demostración de que está presente el cromosoma Filadelfia.

Hay distintos diagnósticos diferenciales, algunos de naturaleza benigna, como las reacciones leucemoides, asociadas a otras enfermedades.

¿Cuáles son sus complicaciones?

En un pequeño porcentaje de personas, la LMC se transforma en una forma de leucemia aguda, con síntomas más graves, y glóbulos blancos cada vez más anormales (llamados células blásticas leucémicas). Esta es una situación distinta a la de la LMC, de comportamiento más lento y crónico.

¿Por qué se produce la LMC?

Esta se produce cuando una célula de la médula ósea sufre una rotura de dos cromosomas (cromosomas 9 y 22), que luego se fusionan para formar un cromosoma anormal característico, llamado cromosoma Filadelfia (llamado así por la ciudad en la que se identificó por primera vez).

La fusión cromosómica provoca un intercambio de información genética en el que se unen 2 genes, que habitualmente están separados: BCR y ABL1.

El gen anormal resultante, llamado BCR:ABL1, hace que las células de la médula ósea produzcan una proteína anormal (la tirosina cinasa BCR::ABL1), que estimula a las células de la LMC para que crezcan y sobrevivan mejor que las células sanguíneas normales.

Esta mayor supervivencia, con menor apoptosis (muerte celular programada, un mecanismo de control normal del crecimiento celular que tiene el organismo), hace que estas células se comporten como tumorales o cancerígenas.

Las personas con LMC desarrollan la anomalía cromosómica/genómica durante su vida; es decir, no es algo con lo que se nace, o se pasa a los hijos (no se hereda).

Su causa no se conoce a ciencia cierta. Las células de la LMC pueden desplazar el desarrollo de células sanguíneas normales en la médula ósea. Los principales tipos de células sanguíneas normales son:

Glóbulos blancos: Los neutrófilos son un tipo de glóbulo blanco que ayuda a combatir las infecciones. Las personas con neutropenia (bajo número de neutrófilos) tienen más probabilidades de contraer infecciones. Síntomas de esto pueden ser la fiebre, entre otros.

Glóbulos rojos: Los glóbulos rojos transportan oxígeno a los órganos y tejidos del cuerpo. Las personas que tienen anemia (45-60% de los pacientes) pueden tener palidez, cansancio, debilidad, dolor de cabeza y/o con dificultad para respirar o disnea. Característicamente, esta es normocítica y normocrómica.

Plaquetas: Las plaquetas intervienen en la hemostasia: ayudan a prevenir y detener el sangrado. En la LMC, estas pueden estar elevadas (15-30 % de los pacientes, en promedio 600.000/microlitro), normales, o más raramente, bajas.

Las personas con plaquetas bajas (trombocitopenia, o plaquetopenia) pueden tener sangrados y hematomas espontáneos.

Las personas con plaquetas altas (trombocitosis) pueden tener también coagulación, con fenómenos trombóticos (formación de coágulos), o por el contrario, un mayor riesgo de sangrados y/o hematomas.

¿Cuáles son las fases de la LMC?

La enfermedad tiene 3 fases:

Fase crónica

La mayoría de las personas (85%) están en esta fase al diagnóstico de la enfermedad al momento del diagnóstico.  En esta fase hay menos del 5% de células inmaduras o anormales en la médula ósea (esto se ve luego de la toma de biopsia). En esta fase, el tratamiento suele ser con medicación vía oral, en casi todos los casos.

Fase acelerada

Los glóbulos blancos tienen más dificultades para madurar normalmente: ahora hay 10-19% de blastos en la médula ósea. En esta fase, es más difícil que el tratamiento sea solo con medicación oral, probablemente en relación con la adquisición de una nueva mutación en las células de la LMC.

Fase blástica

En esta fase hay más de un 20% de blastos en la médula ósea. A esta fase se llega a partir de cualquiera de las dos fases anteriores, o directamente se hace diagnóstico en esta fase. Esta fase requiere de tratamientos más complejos, y es difícil de controlar con medicación vía oral.

¿Cómo se trata la LMC?

El tratamiento es según la fase de la enfermedad en que está el paciente. El médico hematólogo va a elegir cuál es el más adecuado. Los tratamientos más comunes son:

  • Inhibidores de la tirosina kinasa (imatinib, nasasinib, nilotinib, entre otros) Estos bloquean los efectos de la proteína anormal producto de la mutación del cromosoma Filadelfia.
  • Trasplante de médula ósea Este en general se usa cuando la enfermedad dejó de responder a los inhibidores de la tirosina quinasa, o cuando hay recaídas después del tratamiento con esto.
  • Control de síntomas Distintos quimioterápicos (hidroxiurea, busulfan, omacetaxina, o interferón alfa) se pueden usar para reducir los síntomas, en circunstancias especiales. El objetivo del tratamiento es reducir los síntomas, prolongar la vida y prevenir la progresión de la enfermedad a la fase blástica. El tratamiento hace que el número de células que contienen el cromosoma Filadelfia, sea menor, y pueda haber más glóbulos blancos normales.

¿Cuál es el pronóstico de la LMC?

El pronóstico de la LMC cambió dramáticamente con los nuevos tratamientos (inhibidores de la tirosina kinasa): la expectativa de vida de estos pacientes se acerca a la de la población general.

A más joven el paciente, mejor pronóstico.  Hay distintos sistemas de puntajes para calcular esto.

Sobre el autor

Ramiro Heredia

Ramiro Heredia

AUTOR

Médico especialista en Medicina Interna. MN 117.882 – Egresado de la Universidad de Buenos Aires. Médico de Planta, Séptima Cátedra de Medicina – Hospital de Clínicas José de San Martín. Coordinador del módulo Clínico, Curso bienal de Emergentología – SAPUE. Asesor Médico, Gerencia Médica de Urgencias, OSDE. Contacto IG > @ramiroherediaok

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