Comer tarde aumenta el hambre, disminuye el gasto energético y modifica las vías metabólicas en los adultos con sobrepeso y obesidad. A esta conclusión llegó un grupo de científicos de Estados Unidos, Alemania y Brasil, y los resultados de su investigación se publicaron en Cell Metabolism, el 4 de octubre (1). Lo revisamos en INFOMED.
PUNTOS CLAVE
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Comer tarde, aumenta el hambre durante el día y disminuye la concentración de leptina sérica de 24 horas, una hormona que se relaciona con la saciedad.
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Comer tarde, también disminuye el gasto energético diario, y la temperatura corporal central.
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La ingesta tardía altera la expresión génica del tejido adiposo, favoreciendo un mayor almacenamiento de lípidos.
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Todo esto combinado, puede aumentar el riesgo de obesidad en humanos.
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El aconsejar acerca de los horarios en los cuales comer, puede ser una estrategia válida en los tratamientos para el sobrepeso y la obesidad.
La obesidad es una epidemia que afecta a 650 millones de personas en el mundo. El 42% de la población de Estados Unidos, padece de ella.
La obesidad es un contribuyente mayor a la carga de enfermedad crónica y de discapacidad a nivel mundial, y se relaciona con la diabetes mellitus, la enfermedad cardiovascular y ciertos tipos de cáncer. Incluso se relaciona con la mortalidad en el Covid-19 (2).
Es por todos estos motivos que el tratamiento de la obesidad es imperativo a nivel global (3).
Las intervenciones a nivel del comportamiento mayormente han apuntado a reducir la ingesta calórica, o a aumentar el gasto energético, mediante el ejercicio. Sin embargo, estas intervenciones tienen a menudo un efecto transitorio.
Hay otros factores relevantes en el manejo del peso corporal, como por ejemplo los ritmos circadianos, íntimamente ligados con el metabolismo energético.
El ritmo circadiano de la ingesta de comida se ha propuesto como un factor que altera el balance energético. Comer tarde se ha relacionado con el riesgo de obesidad. No está claro si esto es causado por cambios en el hambre y el apetito, el gasto de energía o ambos, y si están involucradas las vías moleculares del tejido adiposo.
Para contestar alguno de estos interrogantes, un grupo de científicos llevó adelante una investigación.
El estudio
Llevaron adelante un ensayo aleatorio, controlado y cruzado para determinar los efectos de comer tarde, versus comer temprano, mientras se controla rigurosamente la ingesta de nutrientes, la actividad física, el sueño y la exposición a la luz.
Incluyeron 16 individuos con sobrepeso u obesidad, con una edad media de 37 años, y un índice de masa corporal de 28 en promedio. 11 eran hombres, 5 mujeres.
Se los citó en cada ocasión al laboratorio, donde se aplicó el protocolo de ingesta temprana versus tardía, se les sacó sangre, controló distintos parámetros y a un grupo de ellos, se les hicieron biopsias de tejido graso, para más análisis.
Todos los individuos completaron antes de cada ingreso al laboratorio, 2-3 semanas de controles, con horarios fijos para acostarse y levantarse, y consumieron una cantidad de comida determinada, y a un cierto horario, al menos durante 3 días.
Cada participante completó 2 protocolos:
Protocolo de comida temprano
En este, los participantes empezaban sus comidas 1 hora después de levantarse, cada una separada de la anterior por 250 minutos (1 hora, 5 horas y 10 minutos, 9 horas y 20 minutos, desde la hora en que se levantaron en la mañana, para el desayuno, almuerzo y cena, respectivamente).
Protocolo de comida tardía
Estos tenían su primera comida a las 5 horas y 10 minutos después de levantarse (5 horas y 10 minutos, 9 horas y 20 minutos, y 13 horas y 30 minutos desde el momento en que se despertaron, para el desayuno, almuerzo y cena, respectivamente).
El orden de los protocolos fue aleatorio, la aplicación de cada uno de ellos se separó de la aplicación del otro, por 3-12 semanas.
Se les dió a todos los participantes la misma dieta, con una composición y contenido calórico similar. Tenían 20-30 minutos para consumir cada comida. Todos tenían que estar 16 horas despiertos, y tenían 8 horas para dormir. Permanecieron en cada etapa, 6 días en el laboratorio (incluso dormían ahí).
Los resultados medidos fueron el efecto del horario de la comida tardía, en el control de la ingesta calórica, el gasto energético, y la regulación a nivel molecular del tejido adiposo.
Se controlaron en forma rigurosa el momento de la ingesta, la composición de la dieta, tanto en cantidad, como en calidad, la actividad física, el sueño, y la exposición a la luz.
Se midieron:
- El hambre, a través de una escala en la que el participante decía lo que sentía.
- Pruebas de sangre, para medir distintos parámetros, entre ellos, leptina y grelina.
- Calorimetría de 24 horas, como parámetro del gasto energético.
- Temperatura corporal central, las 24 horas del día.
- Biopsia de tejido graso, para análisis específicos, en un grupo de pacientes, el quinto día del estudio.
- Polisomnografia.
Los resultados: ¿Qué encontraron?
1. Comer tarde aumentó el hambre
En efecto, el comer más tarde aumentó la percepción de hambre por parte de los participantes, al doble. Además, aumentó el apetito por las harinas, que son una importante fuente calórica. También aumentó el apetito por comidas saladas, lácteos y vegetales
2. Comer tarde alteró las hormonas reguladoras del apetito, con el consiguiente aumento del hambre
La leptina genera sensación la saciedad, a partir de su producción en el tejido graso. La grelina genera la sensación de hambre o apetito, a partir de su generación a nivel de la pared del estómago. Ambas hormonas se midieron en 24 horas.
El comer tarde disminuyó los niveles de leptina en un 6%, y aumentó la relación grelina/leptina en un 12%, sin cambios significativos en los niveles de grelina. Es decir, el comer tarde generó los mediadores necesarios para tener más hambre y menos saciedad, a expensas de una menor cantidad de leptina.
Durante un periodo de 16 horas despierto, el comer tarde disminuyó la leptina en un 16%, y aumentó la relación grelina/leptina en un 34%, lo que fue consistente con una mayor sensación de hambre en ese período.
Durante las 8 horas de sueño, el comer tarde aumentó en promedio la leptina en un 10%, y disminuyó la grelina en un 13%: esto llevó la relación grelina/leptina a una disminución del 18%.
3. Comer tarde disminuye el gasto energético mientras se está despierto
Los participantes tuvieron un gasto calórico 5.03% menor (59 calorías en promedio), al compararlo con los que comieron temprano.
4. El comer tarde disminuyó el promedio de temperatura corporal de 24 horas
Una menor temperatura sugiere un menor gasto energético.
5. El comer tarde se relacionó con cambios en la expresión de genes a nivel del tejido adiposo.
Los análisis de la expresión génica del tejido adiposo mostraron que la alimentación tardía alteró las vías involucradas en el metabolismo de los lípidos, por ejemplo, la señalización de p38 MAPK, la señalización de TGF-β, la modulación de los receptores de tirosina quinasas y la autofagia, en una dirección consistente con la disminución de la lipólisis, y a un aumento de la adipogénesis (es decir, se quema menor grasa, y se genera más de esta).
Las conclusiones: ¿Qué nos deja este estudio?
Llevaron adelante un experimento con 16 participantes, todos con obesidad, en buen estado físico, que permanecieron en cada etapa casi una semana en un laboratorio, donde se controlaron múltiples variables.
La intervención fue iniciar las ingestas del día a la hora, versus a las 5 horas y 10 minutos, desde el momento en que se levantaron en la mañana. Midieron distintas variables del metabolismo, el gasto energético y el apetito.
Comer tarde, aumenta el hambre durante el día y disminuye la concentración de leptina sérica de 24 horas, una hormona que se relaciona con la saciedad. También disminuye el gasto energético diario, y la temperatura corporal central.
La ingesta tardía altera la expresión génica del tejido adiposo, favoreciendo un mayor almacenamiento de lípidos.
El comer tarde en el día hace que las personas estén con más hambre al menos por un periodo de 24 horas, en comparación con los que comieron las mismas comidas, más temprano. Esto, sumado a un menor gasto calórico, puede llevar a estas personas a subir de peso.
Además, los que comieron más tarde tuvieron antojos de alimentos ricos en almidón o salados, como carnes y lácteos, ambos ricos en calorías. También hubo cambios en el tejido adiposo, con una predisposición a acumular grasa.
El aconsejar acerca de los horarios en los cuales comer puede ser una estrategia válida en los tratamientos para el sobrepeso y la obesidad. Tampoco parece beneficioso no desayunar.