Revisamos en INFOMED una reciente publicación de Medscape (1), donde abordan un tema que resurgió y cobró fuerza durante la pandemia: los movimientos anti-vacunas.
Las vacunas
Uno de los logros más importantes de la salud pública es la implementación de las vacunas, que a través del tiempo nos han permitido controlar, e incluso erradicar, algunas enfermedades.
Cada año las vacunas previenen entre 4 y 5 millones de muertes, particularmente en la población pediátrica menor a 5 años.
Además, ayudan a lograr la «inmunidad de rebaño». Esta es una situación en la que, una proporción suficiente de una población, es inmune a una enfermedad infecciosa, a través de la vacunación o una enfermedad previa, lo que hace poco probable que se propague de una persona a otra.
Incluso a quienes no están vacunados (como recién nacidos y personas con enfermedades crónicas) se les ofrece cierta protección, ya que la enfermedad tiene pocas oportunidades de propagarse.
Los anti-vacunas
Desde la creación de la primera vacuna en 1786 por Jenner, contra la viruela, distintos grupos han tratado de desacreditar y generar desconfianza en torno a la vacunación. En la actualidad lo vivimos con las vacunas contra el Covid-19.
Los movimientos que rechazan la vacunación los conforman asociaciones de personas que se oponen por diferentes motivos (sanitarios, religiosos, científicos, políticos, filosóficos).
Consideran que las vacunas generan más daños que beneficios. Difunden información no verídica, o no avalada por la ciencia, a través de diferentes plataformas, tratando de persuadir a las personas de no vacunarse.
Asimismo, exponen sus ideas en diferentes plataformas, incluyendo las digitales, las cuales, al no tener regulaciones, favorecen su difusión.
Algunos sucesos han aportado argumentos a estos grupos:
- El incidente Cutter, en 1955. En este, por error, se produjo y administró la vacuna inactivada contra la poliomielitis (Salk), con virus vivos. Esto ocasionó más de 40.000 casos de polio, y 10 muertes.
- En 1998, a raíz de un artículo publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet, que vinculaba la vacuna triple viral (sarampión, parotiditis y rubeola) con la presencia de autismo. Después de un tiempo se evidenció que los resultados habían sido manipulados, y la revista tuvo que retractar el artículo, pero el daño ya estaba hecho.
Todo tratamiento puede tener potenciales efectos adversos, y siempre se deben valorar los riesgos, así como los beneficios de cualquier intervención.
En este caso, a diferencia de la mayoría de las intervenciones que llevamos a cabo como médicos, estamos tratando con una población sana, por lo que los potenciales efectos adversos toman una mayor relevancia, y los grupos que se oponen a las vacunas saben utilizarlo a su favor.
Un mundo con menos vacunas
En los últimos años se han presentado casos de enfermedades que se consideraban erradicadas, como el sarampión, por bajas tasas de vacunación.
Debido a la pandemia nos enfrentamos a varios desafíos, sumados a los grupos opuestos a las vacunas, como la suspensión por parte de los gobiernos de la vacunación, y retrasos de los esquemas por falta de producción de vacunas, ya que la mayoría de las farmacéuticas suspendió la producción de otros biológicos para dar prioridad a la vacuna contra la Covid-19.
En mayo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó una disrupción en programas de vacunación en 68 países, la cual afecta aproximadamente a 80 millones de niños a nivel mundial, poniendo en riesgo su salud y la de todos.
A escala global se ve un aumento en los grupos que rechazan a las vacunas. Esto amenaza la «inmunidad de rebaño» que previamente se logró para varias enfermedades, como sarampión, poliomielitis y tétanos, entre otras.
Erróneamente algunos creen que padecer la enfermedad puede crear una mejor respuesta inmunológica; sin embargo, esto además de ser falso, conlleva el riesgo de complicaciones: las de la misma enfermedad.
Una amenaza a la salud pública global
La renuencia a la vacunación se considera entre las 10 amenazas de salud a nivel mundial por la OMS (4).
Frenar a estos movimientos, y promover la vacunación, debe ser una prioridad a nivel mundial. La forma óptima de hacerlo es a través de información confiable y accesible respecto a las vacunas.
La ciencia y la historia han demostrado que las vacunas son una herramienta esencial para el control de enfermedades: nos han permitido erradicar enfermedades infecciosas y controlar la morbimortalidad de otras.
Todas las vacunas que se encuentran en el mercado pasaron por varios procesos y estudios clínicos para ser aprobadas, y tuvieron que demostrar que el beneficio que otorgan, es mayor al riesgo que podrían ocasionar. Por supuesto, esto aplica a las vacunas contra la Covid-19, evidenciando que no debe haber espacio para dudar de estas.