Los ensayos, que llevaron a la aprobación de las vacunas, han demostrado alta eficacia y protección, evitando las formas sintomáticas graves y la muerte por la infección por SARS-CoV-2; la aparición de variantes con alta transmisibilidad como Delta, generaron preocupación, pero las vacunas, siguen demostrando un alto nivel de protección.
Estudios en Israel, encontraron que la tasa relativa de infección, aumentaron con el tiempo, otros trabajos en el equipo de salud en San Diego, California, como en menores de 65 años en USA, plantearon hipotéticamente la necesidad de refuerzos.
El efecto a largo plazo, de terceras dosis, sigue siendo desconocido, ya que los mismos se efectuaron en distintos tiempos epidemiológicos y no son comparables. Sería razonable considerarlo, en aquellas personas que no logran una respuesta adecuada, por compromiso inmune o edad avanzada.
Tener en cuenta la disminución en la inmunidad en países con alta cobertura, desvía la atención y profundiza la inequidad en los países de medianos y bajos ingresos. Lo que conlleva en la prolongación de la pandemia, con su alto impacto socio económico, y en la salud pública; con la persistencia de susceptibilidad en la población y la aparición de nuevas variantes.