Microbiota intestinal para dummies: cuando tu primer cerebro no está en tu cabeza

por | 27, Nov, 2024 | Pacientes

10–11 minutos de lectura

Analizamos en INFOMED uno de los temas médicos del momento: la microbiota intestinal y su impacto sobre la salud.

PUNTOS CLAVE

  • La microbiota juega un papel crucial en diversas funciones metabólicas, inmunológicas y neurológicas.
  • Nuestro intestino alberga una vasta y diversa microbiota, compuesta principalmente por bacterias, que supera en cantidad a las células humanas.
  • Desempeña un papel clave en funciones metabólicas, inmunológicas y neurológicas.
  • La microbiota no solo vive en nuestro intestino, sino que interactúa con nuestro genoma, influyendo en la expresión genética
  • Todo esto implica que el equilibrio de la microbiota puede mejorar nuestra salud, o predisponernos a enfermedades, dependiendo de su estado.
  • La composición de la microbiota es única para cada individuo, y su formación está influenciada por factores como la genética, la dieta, el método de nacimiento, el estrés y el uso de antibióticos. Estos factores contribuyen a la creación de un ecosistema microbiano que puede ser tanto beneficioso como perjudicial.
  • El desequilibrio de la microbiota se relaciona con enfermedades crónicas como trastornos metabólicos, autoinmunes y psiquiátricos.
  • La inclusión de prebióticos, probióticos, para-probióticos y post-bióticos en la dieta es esencial para favorecer una microbiota equilibrada.

La microbiota: un mundo en miniatura

La microbiota es un conjunto de microorganismos que conviven con nosotros en algunas partes de nuestro cuerpo como ser el tracto digestivo, la piel, la vagina, las trompas de Falopio y el endometrio, las glándulas seminales, la conjuntiva, el canal auditivo, y hasta en la placenta y el líquido amniótico en las embarazadas.

En su mayoría son bacterias (99 %), pero también hay virus, hongos, protozoos y arqueas. Estos nos van colonizando a medida que crecemos, no sólo luego del nacimiento sino incluso en la vida intrauterina.

En los humanos, la microbiota intestinal es la más diversa y la que contiene la mayor cantidad de microorganismos, en comparación con otras partes del cuerpo (si uno pudiera ponerla en una balanza, podría llegar a pesar hasta 2 kilos).

De hecho, tenemos más microorganismos en el intestino que células en nuestro cuerpo (100 billones, versus 10 billones respectivamente).

Al ser más, también nos superan en cantidad de genes (más de 3 millones de genes de microorganismos, versus 23.000 genes que tiene un ser humano). Vale decir que en nuestro cuerpo albergamos más genes de microorganismos que humanos. Esto genera que dentro de nuestro intestino, suceden tantas o más cosas que las que suceden en el resto de nuestro propio cuerpo.

A este conjunto: microbios, sus genes, sus proteínas, sus enzimas y metabolitos que se generan día a día, se lo conoce como microbioma (genoma + proteoma + metaboloma).

Pero lo más interesante, es que los humanos sólo tenemos un 30% de microbiota en común con otros de su misma especie, mientras que el otro 70% se va generando y moldeando en base a diferentes factores como genética, dieta, modo de nacimiento, estrés, antibióticos, etcétera. Este 70% es como si se tratara de una huella dactilar, única e irrepetible.

Geografía de la microbiota

Nuestro intestino es un tubo flexible cuya pared está formada por un conjunto de células especializadas (digestivo- absortivas o enterocito, caliciformes productoras de moco, neuroendocrinas, linfocitos y presentadoras de antígenos) cubiertas por una capa de mucus protector.

Sumergida en ese mucus se encuentra nuestra microbiota autóctona, con funciones beneficiosas para el ser humano.

Fuera del mucus, en la luz del tubo intestinal, se encuentra la microbiota patógena, aquella que si por algún motivo comenzara a dominar el territorio, puede predisponer a enfermedades, no sólo a nivel del intestino, sino en sitios muy alejados de este.

Una barrera con funciones

La microbiota constituye una importante barrera de defensa de nuestro organismo.

La indemnidad de esta barrera intestinal sana depende de: la calidad y variedad de nuestra microbiota, de la calidad del moco que la protege, del equilibrio y del cuidado con que se dé el proceso de recambio de células intestinales (todo el epitelio intestinal y su moco, se renuevan cada 98 horas). También su indemnidad depende del peristaltismo intestinal, que barre con el mucus en dirección al ano y del sistema inmune que participa activamente en cuidarnos de quien pueda hacernos daño.

En un día de trabajo normal de nuestra microbiota se realizan múltiples tareas.

Particularmente, las bacterias se encargan de fermentar diferentes carbohidratos de nuestra dieta y obtener moléculas útiles, como ser los ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico, para la nutrición de ellas mismas y del enterocito.

También producen vitaminas B y K, promueven la liberación de hormonas por las células neuroendocrinas y así como una «torre de control», avisan lo que está sucediendo en el intestino a zonas distantes como por el cerebro, corazón, piel, huesos, riñones, hígado y tejido adiposo.

A su vez, promueven la tolerancia del sistema inmune intestinal, mantienen “a raya” a la microbiota patógena, metaboliza drogas, y hasta podrían llegar a cuidarnos de un envejecimiento precoz (eje microbiota- mitocondria), según distintas investigaciones.

Genes «on» y «off»

Para lograr muchas de estas tareas, nuestra microbiota es capaz de interactuar con nuestro propio genoma humano.

Esta interfiere en nuestra epigenética modulando la expresión genética del ser humano. Es decir, es capaz de “prender” o “apagar” genes a través de la metilación de nuestro ADN, modificando nuestras histonas a nivel postranscripcional o remodelando nuestra cromatina dependiente de ATP.

Para hacerlo más sencillo, la microbiota tiene el poder de modificar nuestra expresión genética y hacernos tanto más saludables si está equilibrada, como más vulnerables a ciertas enfermedades si está desequilibrada.

Varias enfermedades crónicas metabólicas, dermatológicas, autoinmunes y hasta psiquiátricas podrían desencadenarse dependiendo del gen que se “despierte” o que se “ponga a dormir”.

Hay estímulos hormonales, alimentos, medicamentos, hábitos y tóxicos que pueden romper el equilibrio o desbalancear a nuestras aliadas y generar lo que se llama «disbiosis», que no es más que una microbiota en desequilibrio. Y como nuestra microbiota autóctona tiene una gran relevancia en la mantención de la salud ósea, metabólica, cardíaca, hormonal y dermatológica, es muy importante cuidarla y retribuirle el gran trabajo que hace por nosotros día a día.

Cuidando la microbiota: pre, pro, para-pro y post-bióticos, y hábitos saludables

Actualmente, se habla de prebióticos, probióticos, para-probióticos y post-bióticos en forma indiscriminada e incluso las publicidades pueden ser engañosas.

Al tener cada ser humano una microbiota única e irrepetible, no existen aún recetas magistrales únicas para todos los intestinos.

Hay ciertos hábitos qué podemos ir incorporando, que sabemos que benefician el equilibrio de nuestra microbiota intestinal.

El consumo de prebióticos es una de las formas de promover una microbiota saludable.Un prebiótico es aquel alimento capaz de ser fermentado por las bacterias autóctonas y ser transformado en sustancias útiles para su nutrición y la del enterocito. En su mayoría, pero no únicamente, son fibras, pero no todas las fibras son prebióticas, sino solo las fermentables. Con esto queremos decir que no todas las fibras son prebióticas ni todos los prebióticos son fibras (algunos candidatos, en estudio aún, son la lactulosa que es un glúcido, algunos polifenoles y algunos ácidos grasos poliinsaturados).

El aporte de probióticos es otra forma de balancear nuestra microbiota hacia el lado saludable. Básicamente, un probiótico es aquel producto alimenticio o farmacéutico, que contiene gérmenes vivos. Si, vivos. Además, se debe tener en cuenta que la forma de preparación y presentación de un suplemento probiótico afecta su calidad final, su absorción y su efecto. No es lo mismo consumir una leche fermentada, donde las bacterias se encontrarán directamente con el ácido clorhídrico estomacal y podrían no sobrevivir, que consumir cápsulas gastro-rresistentes o que consumir un comprimido, que debe ser sometido a altas temperaturas y presiones tal que no quede nada vivo en su interior.

Para mejorar este perfil de absorción y sortear otros problemas que surgen de administrar organismos vivos en pacientes vulnerables, surgieron los para-probióticos o Bio-MAMPs, definidos como células microbianas no viables o inactivadas, qué administradas en cantidades suficientes, podrían conferir beneficios al huésped. Las células no viables conservan los componentes bacterianos que ejercen efectos inmunomoduladores cruciales, así como efectos que antagonizan a otros microorganismos patógenos.

También existen los post-bióticos que son los metabolitos resultantes entre la interacción de un probiótico con su prebiótico, como por ejemplo los ácidos grasos de cadena corta, la vitamina K, ciertas enzimas, y compuestos de las membranas celulares de bacterias no vivas. Dichos metabolitos son beneficiosos para nuestra salud intestinal.

Por último, aparte de trabajar sobre otros hábitos tóxicos muy comunes en nuestra sociedad moderna, realizar ejercicio de intensidad moderada regularmente enriquece la diversidad de la microflora intestinal. Se ha demostrado que la producción de ácidos grasos de cadena corta a nivel intestinal, como el ácido butírico, son factores nutritivos, antiinflamatorios y anti-cancerígenos. Estos aumentan en respuesta al ejercicio y juegan un papel importante en la mediación de los efectos del ejercicio sobre la microbiota intestinal del huésped.

Las conclusiones: ¿qué nos deja esta nota?

Nuestro intestino alberga una vasta y diversa microbiota, compuesta principalmente por bacterias, que supera en cantidad a las células humanas.

Esta microbiota juega un papel crucial en diversas funciones metabólicas, inmunológicas y neurológicas.

La microbiota no sólo coloniza nuestro cuerpo, sino que también interactúa con nuestro genoma, influenciando la expresión genética a través de mecanismos epigenéticos.

Todo esto implica que el equilibrio de la microbiota puede mejorar nuestra salud, o predisponernos a enfermedades, dependiendo de su estado.

La composición de la microbiota es única para cada individuo, y su formación está influenciada por factores como la genética, la dieta, el método de nacimiento, el estrés y el uso de antibióticos. Estos factores contribuyen a la creación de un ecosistema microbiano que puede ser tanto beneficioso como perjudicial.

La disbiosis intestinal, puede estar relacionada con una variedad de enfermedades crónicas, incluyendo trastornos metabólicos, autoinmunes y psiquiátricos.

La inclusión de prebióticos, probióticos, para-probióticos y post-bióticos en la dieta es esencial para favorecer una microbiota equilibrada.

Sobre el autor

Magdalena Cavalieri

Magdalena Cavalieri

AUTOR

MN 133702 - Médica egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Especialista en medicina interna. Especialista en Reumatología.

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