Dietas: todo lo que tenemos que saber (episodio II)

por | 23, Jun, 2024 | Nutrición

11–12 minutos de lectura

Resumimos en INFOMED una reciente publicación de The NEJM, donde un grupo de investigadores griegos y estadounidenses, hacen una revisión a cerca de todo lo que tenemos que saber sobre los distintos patrones dietarios (1). En este episodio, las dietas restringidas en hidratos de carbono: Atkins, cetogénica y baja en hidratos de carbono, dieta de bajo índice glucémico y dieta paleo.

PUNTOS CLAVE

  • El término «cetogénico» se utiliza para describir una variedad de dietas. En la mayoría de las personas, el consumo de solo 20 a 50 gramos de hidratos de carbono por día produce la presencia de cetonas medibles en la orina. Estas dietas se conocen como dietas cetogénicas muy bajas en carbohidratos.
  • Las dietas que restringen los hidratos de carbono inducen concomitantemente cambios metabólicos, en mayor o menor medida, que son similares a los observados durante un estado de inanición (por ejemplo, cambios en los niveles plasmáticos de ácidos grasos libres, insulina, glucosa y cuerpos cetónicos).

  • Las dietas con bajo índice glucémico pueden ser una herramienta en el tratamiento de la diabetes, así como de afecciones y enfermedades cardiometabólicas relacionadas, particularmente en el contexto de la desregulación de la glucosa.
  • El índice glucémico es un sistema de clasificación que mide, en una escala del 1 al 100, el grado en que un determinado alimento aumenta los niveles de glucosa en sangre.
  • La dieta paleolítica generalmente se considera una dieta baja en hidratos de carbono, pero en algunas versiones, estos representan hasta el 45% de la ingesta total de energía diaria. Los alimentos básicos en la dieta de los cazadores-recolectores de la era paleolítica eran plantas no cultivadas (frutas, raíces y verduras), algo de caza silvestre, pescado y, en ocasiones, miel.
  • Se ha postulado que la escasez de alimentos procesados y de alto índice glucémico en la dieta paleolítica puede afectar beneficiosamente la resistencia a la insulina y los mecanismos de inflamación.

A bajar los hidratos…

DIETAS ATKINS, CETOGÉNICAS Y BAJAS EN HIDRATOS DE CARBONO

Desde finales del siglo XIX, ha habido informes médicos sobre los posibles efectos en la salud de las dietas con un contenido bajo, o muy bajo, de hidratos de carbono, y sin restricciones en cuanto a los lípidos, las proteínas, ni en la ingesta total de energía (es decir, limito los hidratos, pero libero el resto de los macronutrientes). El enfoque terapéutico inicial fue la reducción de peso, y el tratamiento de la epilepsia resistente a los medicamentos.

Después de la publicación de Diet Revolution del Doctor Atkins en 1972, se produjo una amplia difusión de este tipo de patrón dietético, que característicamente promueve la formación de cuerpos cetónicos.

A pesar de la popularidad de estas dietas, surgieron varias preocupaciones. En línea con esto, el Consejo de Alimentación y Nutrición de la Asociación Médica Estadounidense criticó la evidencia científica detrás de este enfoque, y los efectos potencialmente dañinos para la salud, principalmente en el sistema cardiovascular.

En la década del 2000, algunos ensayos controlados aleatorios (ECA) demostraron que a los participantes a quiénes se les recomendó seguir dietas con un menor contenido de hidratos de carbono (es decir, versiones de la dieta Atkins) tuvieron una mayor pérdida de peso, y mayores mejoras en algunos factores de riesgo de enfermedad coronaria, que aquellos asignados a dietas con mayor contenido de hidratos de carbono.

Aunque no se encontró que la superioridad se mantuviera en el tiempo durante el seguimiento, y aunque la adherencia fue variable, posteriormente la comunidad científica comenzó a explorar más a fondo el potencial clínico de esta dieta.

¿Qué quiere decir cetogénico? El término «cetogénico» se utiliza para describir una variedad de dietas. En la mayoría de las personas, el consumo de solo 20 a 50 gramos de hidratos de carbono por día produce la presencia de cetonas medibles en la orina. Estas dietas se conocen como dietas cetogénicas muy bajas en carbohidratos.

Otra clasificación, utilizada principalmente en el tratamiento de la epilepsia resistente a los medicamentos, se basa en la proporción de lípidos de la dieta con respecto a la suma de proteínas e hidratos de carbono de la dieta:

  • Versión clásica o más estricta: Esta proporción es de 4:1 (dietas en las que < 5% de la energía proviene de carbohidratos).
  • Opción «más relajada»: La proporción es de 1:1 (la dieta Atkins modificada, con aproximadamente el 10% de la energía qué proviene de los hidratos de carbono).

Existen además varias opciones intermedias. Las dietas que contienen mayores cantidades de hidratos de carbono (50 a 150 gramos por día), todavía se consideran bajas en estos, en comparación con el consumo habitual, pero es posible que estas dietas no induzcan los cambios metabólicos de las dietas muy bajas en hidratos de carbono.

En términos prácticos, cualquier dieta en la que los hidratos de carbono aporten menos del 40 al 45 % de la ingesta total de energía, porcentaje que se supone representa el consumo promedio de este macronutriente, pueden clasificarse como baja en hidratos de carbono.

Varias dietas populares pueden entrar en esta categoría:

Dieta de la Zona (Zona diet)

El 30% de las calorías provienen de proteínas, el 30% de lípidos y el 40% de hidratos de carbono. En esta, además, cada comida debe ajustarse a una proporción de proteínas a carbohidratos de 0.75. La dieta de la Zona (junto con la dieta South Beach y otras dietas bajas en hidratos de carbono), promueve el consumo de hidratos de carbono complejos, con el objetivo de reducir las concentraciones séricas de insulina post-prandial.

Dieta South Beach y otras

Las dietas que restringen los hidratos de carbono inducen concomitantemente cambios metabólicos, en mayor o menor medida, que son similares a los observados durante un estado de inanición (por ejemplo, cambios en los niveles plasmáticos de ácidos grasos libres, insulina, glucosa y cuerpos cetónicos).

Dado que una disminución de un macronutriente en particular siempre va acompañada de un aumento paralelo de otro macronutriente, es importante evaluar estas dietas, teniendo en cuenta no solo el bajo contenido de hidratos de carbono, sino también el alto contenido de lípidos, proteínas o ambos.

La evidencia de estudios a largo plazo (es decir, > 6 meses de seguimiento) sugiere que las dietas muy bajas o bajas en carbohidratos dan como resultado una pérdida de peso equivalente (no mejor) a la lograda con otras dietas que tienen un mayor contenido de carbohidratos.

Por otro lado, ECA demostraron que las dietas cetogénicas, bajas en hidratos de carbono, reducen eficazmente los factores de riesgo cardiovascular (niveles de glucosa en sangre, hemoglobina glicosilada y ciertos, pero no todos, lípidos en sangre), especialmente en pacientes con sobrepeso u obesidad, y diabetes tipo 2.

Se ha informado que las dietas cetogénicas reducen significativamente el peso corporal y la masa grasa en pacientes con cáncer.

Está creciendo el interés en los efectos potenciales de estas dietas sobre la esquizofrenia y los trastornos del estado de ánimo, así como en el papel de estas dietas en relación con la función cognitiva, la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.

El efecto anticonvulsivo de la dieta cetogénica se produce a través de una serie de mecanismos potenciales que estabilizan la función sináptica y aumentan la resistencia a las convulsiones. Dichos mecanismos no se comprenden completamente, pero incluyen la reducción de carbohidratos en el sistema nervioso central y la inhibición de la glucólisis, y cambios en la excitabilidad neuronal. Por esto, las dietas cetogénicas bajas en hidratos de carbono parecen reducir la frecuencia de las convulsiones en niños con epilepsia resistente a los medicamentos.

Los beneficios en el control de las convulsiones aparecen a corto y medio plazo y parecen ser similares a los beneficios de los fármacos antiepilépticos actuales (esto se ve con las formas más restrictivas de estas dietas).

Las dietas cetogénicas también pueden reducir la frecuencia de las convulsiones en adultos con epilepsia resistente a los medicamentos, aunque la evidencia es incierta, y se han informado algunos resultados prometedores en adultos con estado epiléptico super-refractario.

Los efectos clínicos adversos más comúnmente reportados de las dietas cetogénicas incluyen síntomas gastrointestinales, como constipación y dislipidemia (potencialmente relacionados con fuentes animales de proteínas, que a menudo son ricas en ácidos grasos saturados y grasas).

Dieta de bajo índice glucémico

El índice glucémico es un sistema de clasificación que mide, en una escala del 1 al 100, el grado en que un determinado alimento aumenta los niveles de glucosa en sangre. Este complementa la información sobre la composición de macronutrientes.

El valor del índice glucémico de un alimento o comida depende no solo de la naturaleza de los hidratos de carbono incluidos, sino también de otros factores, alimentarios y no alimentarios, que afectan la digestibilidad de los nutrientes, o la secreción de insulina (como, por ejemplo, la presencia de fibra dietaria, el tipo de cocción, etcétera).

En general, las verduras, frutas, legumbres y cereales integrales sin almidón, inducen respuestas glucémicas bajas, y forman parte de una dieta con índice glucémico bajo.

La carne, el pescado, las aves, los huevos y la mayoría de los productos lácteos también tienen un índice glucémico muy bajo. Las dietas con bajo índice glucémico pueden ser una herramienta en el tratamiento de la diabetes, así como de afecciones y enfermedades cardiometabólicas relacionadas, particularmente en el contexto de la desregulación de la glucosa.

Dieta paleolítica (dieta «paleo», o comer como un cavernícola)

No todos los seres humanos adoptaron un régimen dietético universal durante la Edad de Piedra. Los alimentos básicos en la dieta de los cazadores-recolectores de esa época eran plantas no cultivadas (frutas, raíces y verduras), algo de caza silvestre, pescado y, en ocasiones, miel. Esta dieta era muy rica en fibra y contenía cantidades variables de grasas. Las proteínas provenían predominantemente de fuentes animales. La mayoría de los hidratos de carbono se derivaban de verduras y frutas, con poca contribución de los cereales, y ninguno de los alimentos que contenían azúcar o productos lácteos.

La dieta paleolítica (o dieta paleo) se ha convertido en una dieta popular en los medios.

En la literatura científica y no científica, se han utilizado varias definiciones de esta dieta, con listas de los alimentos que deben incluirse (verduras, frutas, carnes magras, pescado, frutos secos y huevos), y que deben excluirse (granos o cereales, productos lácteos, legumbres, azúcar y sal añadidos, además de grasas refinadas).

La dieta paleolítica generalmente se considera una dieta baja en hidratos de carbono, pero en algunas versiones, estos representan hasta el 45% de la ingesta total de energía diaria.

Se ha postulado que la escasez de alimentos procesados y de alto índice glucémico en la dieta paleolítica puede afectar beneficiosamente la resistencia a la insulina y los mecanismos de inflamación.

Esta dieta se ha asociado con mejoras en la resistencia a la insulina y la diabetes, la dislipidemia, la hipertensión y la inflamación, así como con la composición corporal y las medidas relacionadas con el peso.

La evidencia sobre la eficacia clínica de la dieta paleolítica no es tan extensa como la evidencia sobre otras dietas, y cualquier beneficio es un foco de investigación.

Sobre el autor

Ramiro Heredia

Ramiro Heredia

AUTOR

Médico especialista en Medicina Interna. MN 117.882 – Egresado de la Universidad de Buenos Aires. Médico de Planta, Séptima Cátedra de Medicina – Hospital de Clínicas José de San Martín. Coordinador del módulo Clínico, Curso bienal de Emergentología – SAPUE. Asesor Médico, Gerencia Médica de Urgencias, OSDE. Contacto IG > @ramiroherediaok

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