¿Cómo convivir con la crisis en la adolescencia y la necesidad impuesta de tomar decisiones determinantes? ¿Por qué es necesario respetar y transitar el tiempo de estar perdidos?
PUNTOS CLAVE
- La adolescencia se caracteriza por una crisis de identidad y desorientación, los jóvenes están en un período de transición entre la infancia y la adultez.
- Los adolescentes se alejan gradualmente de sus figuras parentales, lo que crea una sensación de pérdida y desorientación, ya que las referencias que tenían en la infancia no son suficientes para construir su identidad.
- En medio de estas turbulencias, la sociedad presiona a los jóvenes para que tomen decisiones significativas sobre su futuro y su identidad. Se espera que definan su vida a largo plazo.
- A pesar de que este período en el que sentirse perdido puede estar lleno de ansiedad y angustia, también puede ser una oportunidad para el crecimiento y la autonomía a través de la exploración y la adaptación.
Hay tiempo para todo, incluso para estar perdido. La etapa adolescente está caracterizada por una crisis de identidad, un sentimiento de desorientación, un período donde se soltó la liana de la infancia, pero aún no se pudo alcanzar la de la adultez.
Es, claramente, una fase de transición. Este período, marcado por la ambigüedad y la incertidumbre, se asemeja a una especie de laberinto psicológico, donde los jóvenes se encuentran en un estado de búsqueda continua debido a los cambios en su entorno y en su propia identidad.
Este proceso de búsqueda se ve exacerbado por el fenómeno conocido como separación-individuación, es decir, momento donde los adolescentes se distancian progresivamente de sus figuras parentales que dejaron de ser los referentes que fueron en la infancia.
Los bastiones en los cuales fue construyéndose la identidad empiezan a ser insuficientes y surge una sensación de pérdida y desorientación. Justo en este contexto de turbulencias es cuando el mandato social los empuja a tomar decisiones cargadas de una connotación de proyección de vida, del para siempre.
Los jóvenes se ven presionados a emprender la tarea de definir su identidad, lo que implica tomar decisiones significativas sobre su futuro ¿Están preparados? ¿Es preciso estar preparado para tomar decisiones o es tomando decisiones como uno se prepara, en este caso, para la vida?
Asumir el riesgo de explorar, de aventurarse y de probar es ya una decisión importante en el camino de la independencia. Una decisión que puede ser la causa o el efecto de sentirse perdido.
Dice Ferrari: «Es necesario aclarar que hay un tiempo necesario para estar perdido, y, más que necesario, muchas veces es inevitable, porque las cosas del mundo se han transformado. Se ha perdido la guía de los padres, en el sentido de que ellos hasta ahora nos señalaban el camino. Uno está perdido porque ha decidido dejar las guías que le marcaban el camino, pero todavía no tiene claro su propio rumbo. Desde que nuestros padres dejan de ser nuestra referencia hasta que podemos movernos independientemente de ellos, hay un espacio, un tiempo de estar perdido»
La confusión y la búsqueda son etapas cruciales en el proceso de desarrollo de la identidad. Si este tiempo de «perderse» puede sostenerse, incluso aunque esté cargado de ansiedades, angustias, temores e incertidumbres, posiblemente se constituya en una oportunidad de crecimiento y autonomía. A través de la exploración y la adaptación, cada individuo forja su camino único hacia la madurez psicológica. En última instancia, este proceso de búsqueda prepara el terreno para lo novedoso, el acto creativo de diseñar lo nuevo, es decir, lo propio, y a partir de allí una identidad más sólida. A medida que los individuos abrazan las incertidumbres de esta travesía, emergen con una comprensión más profunda de sí mismos y de su lugar en el mundo.