Políticas Sanitarias ¿Vivimos todavía el Covid-19 con la misma actitud que en el 2020? Es tiempo de cambiar.

por | 8, Mar, 2022 | Políticas

7 minutos de lectura

Analizamos en InfoMed una excelente editorial publicada en la revista TIME hace algunas semanas. Claves acerca de cómo sigue la pandemia del Covid-19.

Interesante artículo publicado en la revista Time el 17 de febrero, por el Dr. Scott Gottlieb, ex comisionado por la FDA y actualmente en la junta directiva de Pfizer.

Analiza, con una mirada crítica, estos 2 años de pandemia y las medidas tomadas en Estados Unidos. Plantea la necesidad de un cambio en la manera de afrontar el riesgo de contraer COVID-19, con la experiencia acumulada y las herramientas disponibles actualmente. Un análisis que podría hacerse extensivo al resto del mundo occidental, con altas tasas de vacunación en la población, como hay en Argentina.

A medida que la pandemia ha evolucionado y la mayoría de los estadounidenses se han aplicado vacunas para protegerse (y se han ido infectando, a menudo más de una vez), el riesgo que representa el COVID-19 para la mayoría de los estadounidenses ha disminuido.

Se estima que más del 90% de los estadounidenses tienen algún nivel de inmunidad al COVID-19 a través de la vacunación o infección previa.

Junto a este “muro” de inmunidad, las medidas adoptadas cuando teníamos pocas herramientas para prevenir la propagación, ya no brindan al día de hoy, beneficios que justifiquen sus costos: la disrupción social, la disminución de la escolaridad presencial y el estancamiento económico.

Al comienzo de la pandemia, teníamos un sentido compartido de la amenaza y una voluntad compartida de sacrificar mucho para enfrentarla. A medida que la pandemia ha evolucionado y el cansancio ha aumentado, ese pacto social se ha deshilachado.

Ahora es momento de pasar de las medidas adoptadas colectivamente a las tácticas tomadas individualmente por personas que juzgan su propio riesgo individual frente a su grado de precaución.  El papel del estado será asegurarse de que las personas tengan las herramientas que necesitan para tomar esas decisiones.

Los pasos que fueron críticos en 2020 para reducir las muertes y la saturación del sistema sanitario cuando estábamos sobrepasados ya no son justificables.

Nunca volveremos a la mayoría de los eventos trágicos que tuvimos que vivir al inicio de año 2020 cuando nos vimos abrumados por la primera ola del virus. La gente todavía argumentaba que el COVID-19 no era peor que la gripe, con una tasa de letalidad del 0,1 por ciento.

Para julio de 2020, cuando esa primera ola había disminuido, el 0,25 por ciento de la población total de la ciudad de Nueva York había muerto a causa de COVID-19, pero solo una quinta parte de los residentes de la ciudad estaban infectados.

El riesgo de la marcha contínua de COVID-19 era una perspectiva catastrófica. Nuestras herramientas para limitar su propagación no existían. Y nuestra vulnerabilidad parecía ilimitada. No teníamos inmunidad. No teníamos medicinas efectivas. No sabíamos cómo cuidar adecuadamente a los pacientes ingresados ​​en nuestras UCI. Tuvimos que frenar la propagación y ganar algo de tiempo para poner en marcha nuestra respuesta.

Eso fue 2020. Ahora, en 2022, debemos dejar atrás esas nociones de riesgo de 2020.

Desde entonces, más estadounidenses han adquirido inmunidad a través de la vacunación y sucesivas oleadas de infección. Según algunas estimaciones, casi el 70% de los estadounidenses se han infectado al menos una vez. Alrededor del 87% de los adultos han recibido al menos una dosis de la vacuna.

Tenemos una reserva creciente de terapias que pueden tratar a los enfermos y reducir sustancialmente el riesgo de hospitalización o muerte. Sin embargo, muchas de las otras medidas se han mantenido rígidas en su lugar.

La confianza en la salud pública se ha erosionado porque hemos sido demasiado lentos para adaptar las medidas que tomamos a las nociones cambiantes de riesgo. Algunas personas están adoptando sus propias medidas para reducir su riesgo y eligen voluntariamente evitar eventos masivos o reuniones sociales, usar barbijos y tomar otras precauciones.

Muchas personas son excesivamente vulnerables al COVID-19 debido a su edad o problemas de salud, y aquellos que siguen preocupados deberían tener acceso a herramientas y apoyo para mantenerse seguros.

Nunca estuvimos de acuerdo en que los costos pueden superar los beneficios. El problema es que no tenemos forma de medir este “toma y daca”, ni un marco para decidir cuándo activar las cosas y, lo que es igualmente importante, cuando desactivarlas.

Tomemos el debate sobre pandemia y endemia. Los líderes de salud pública tienen diferentes definiciones de lo que significa cuando la pandemia da paso a un estado endémico, donde el COVID-19 sea parte del repertorio predecible de patógenos circulantes y ya no domine nuestras vidas.

La forma más sencilla de definir esa transición es cuando las constantes oleadas de infecciones masivas ya no afecten al país y el COVID-19 se asiente en un patrón estacional más predecible. Algunos, incluyéndome a mí, piensan que 2022 será el año en que hagamos esta transición. Otros todavía califican como alto el riesgo de que surja otra variante inesperada y arruine ese pronóstico.

De todos modos, seguirá siendo un riesgo continuo y persistente y requerirá que estemos más atentos a las enfermedades respiratorias. Tendremos que proteger los entornos donde se congregan las personas vulnerables y crear incentivos para que las personas se mantengan al día con las vacunas.

Tendremos que mejorar la calidad del aire y la filtración en entornos interiores. Tendremos que garantizar un acceso generalizado a las pruebas y crear nuevas normas culturales sobre quedarse en casa y no ir al trabajo o a la escuela cuando no se sienta bien. Deberíamos distribuir ampliamente las pruebas de diagnóstico en el hogar para que las personas tengan una pequeña reserva a mano en todo momento.

Los barbijos podrían usarse de forma voluntaria y convertirse en una herramienta para ciertos entornos y por períodos breves, para hacer frente a los picos epidémicos. También debemos continuar innovando, invirtiendo en terapias que puedan tratar a los enfermos y prever su amplia distribución.

COVID-19 seguirá siendo un virus temible en el futuro cercano, pero debemos aprender a vivir con él.

 Poco a poco hemos encontrado una manera de coexistir con este virus. Ahora necesitamos volver a una “nueva normalidad” y una nueva ecuación para guiarnos en cómo nos adaptamos al COVID-19, incluso si nunca lo derrotamos por completo.

Referencias

https://infomed.com.ar/wp-content/uploads/2022/03/jamainternal_lim_2022_oi_220006_1644957301.61931.pdf

Sobre el autor

Manuel José Clavijo

Manuel José Clavijo

AUTOR

Médico (USAL) especialista en Pediatría y Medicina interna pediátrica (UBA - Hospital Posadas) - MN 115736. Diplomado en Calidad en la atención y Seguridad del Paciente (IECS). Senior Medical Safety Advisor (IQVIA).

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